Por Paloma Pérez Sastre *
Conferencia y diálogo. En Cali el martes 4 de octubre a las 5 p. m.
*Escritora y profesora de la Universidad de Antioquia.
De Ana Maria Gomez anamaria211@hotmail.com fecha 3 de nov., 2008
Ellas escriben en Medellín: Narrativa . Antología de relatos de autoras antioqueñas.
Como la sombra o la música , Paloma Pérez Sastre
Ellas escriben en Medellín: Poesía de autoras antioqueñas contemporáneas.
http://www.lalibreriadelau.com/catalog/product_info.php/products_id/11311
El hijo del dragón , Claudia Ivonne Giraldo
El cuarto secreto , Claudia Ivonne Giraldo
Es el caso de la autora del primer número de la Colección, Helena Araújo, bogotana de nacimiento, quien lleva más de 30 años viviendo en Suiza, y quien posee una de las obras literarias y de crítica más interesantes y polémicas de los últimos años. Pese a lo cual, su última novela Las cuitas de Carlota aún no ha encontrado editor en su propio país, pero sí en España (Barcelona: March editor), donde se publicó en 2003. (Texto de GLORIA SERPA-FLÓREZ DE KOLBE , más adelante.)
Monumento a la Madremonte. Jardín Botánico de Medellín.
(Click sobre las imágenes para ampliarlas. Click en "Atrás" en la barra para regresar al aquí) . Fotografía: María Isabel Casas R. de NTC … . Octubre 3, 2008. Fiesta del Libro y la Cultura en Medellín.
Los campesinos cuentan que cuando la Madremonte se baña en las cabeceras de los ríos, estos se enturbian y se desbordan, causan inundaciones, borrascas fuertes, que ocasionan daños espantosos.
.
La Colección Madremonte de Hombre Nuevo Ediciones, creada Medellín por Lucía Donadío, Claudia Ivonne Giraldo y Paloma Pérez en mayo de 2007, está destinada a divulgar las creaciones literarias de las mujeres de Colombia y del mundo. Con la intención de ayudar a ampliar y diversificar el panorama literario, acoge obras de calidad de escritoras nunca publicadas y de escritoras que, aun con reconocimiento internacional, apenas se conocen en nuestro medio.
Es el caso de la autora del primer número de la Colección, Helena Araújo, bogotana de nacimiento, quien lleva más de 30 años viviendo en Suiza, y quien posee una de las obras literarias y de crítica más interesantes y polémicas de los últimos años. Pese a lo cual, su última novela Las cuitas de Carlota aún no ha encontrado editor en su propio país, pero sí en España (Barcelona: March editor), donde se publicó en 2003.
En diciembre de 2007, vieron la luz otros cinco títulos:
Cuentos y crónicas de Sofía Ospina de Navarro. Primera reedición en 80 años de un referente obligado en la literatura escrita por mujeres en Colombia principios del siglo XX. (Se anexa nota introductoria). Sobre este libro hay que decir que agotó su edición, y que la que se presentará en la Feria del Libro de Bogotá, será la tercera.
El hijo del dragón de Claudia Ivonne Giraldo. Primera publicación de los cuentos fantásticos de una autora dedicada por muchos años a los talleres de creación y a la difusión de la obra de las mujeres escritoras.
Como la sombra o la música de Paloma Pérez. Libro que compila los cuentos y las crónicas que habían sido publicados por la autora en revistas culturales desde 2003. (Se anexan notas de Elsa Efigenia Vásquez y Luz Mery Giraldo).
Ellas escriben en Medellín. Antología de relatos de autoras antioqueñas desde 1950 hasta nuestros días. (Se anexa nota introductoria).
Ellas escriben en Medellín. Antología de poesía de autoras antioqueñas contemporáneas. (Se anexa nota introductoria).
La Colección se presentará en la Biblioteca Departamental del Valle (Cali) el 5 de Noviembre de 2008. 6:30 PM. Entrada libre.
Anexos
HELENA ARAÚJO
Las Cuitas de Carlota. Biblioteca íntima. March Editor, Barcelona, 2003
Por GLORIA SERPA-FLÓREZ DE KOLBE , penelope@gloriaserpaflorez.com
Bogotá, 2008-11-08
155 páginas que se devoran en un santiamén. Estilo ágil, agradablemente narrativo, es la señora bogotana quien está contando sus verdaderas cuitas, que son realmente tragedias, aunque muchas veces estén teñidas con el más sutil humor bogotano.
Helena Araújo, profesora de Universidad en Lausana, Suiza; investigadora infatigable de la literatura femenina, se deja ahora venir con una novela encantadora, que seguramente va a sacar ampolla en la rancia sociedad bogotana que no ha cambiado en nada durante este lapso de medio siglo o más en que la trama se desarrolla: la misma vida ociosa, los mismos lugares de reunión, las lenguas desatadas y las miradas curiosas que escudriñan a quien trata de salirse de los moldes que han sido acuñados por la tradición cachaca durante tantas generaciones.
Es valiente nuestra escritora colombo-suiza. Con alegre desenfado, describe situaciones aberrantes de esas primeras noches de las lunas de miel de nuestras épocas en que las novias vírgenes mirábamos como espectadoras pasivas aterradas lo que nos iba a suceder, sin haber tenido ni la más mínima idea, ni educación, ni aviso que nos pusiera al tanto de la agresividad de la fisiología masculina. El macho, el macho colombiano, el macho bogotano. El “indio comido, indio ido” del chiste que trae a cuento Helena con tanta gracia y en el momento más oportuno. O el hombre oportunista que no solamente considera a la mujer como su utensilio sexual sino que además la explota como trabajadora no remunerada ni sentimental ni económicamente, para su propio beneficio. Esos son los tipos literarios con que Helena trajina en este estupendo libro.
En ocasiones pensamos que seguramente Helena siente la nostalgia del desterrado. Cuando su protagonista corre enjaulada entre su auto de su casa en el Chicó al consultorio de su psicoanalista, o cuando desde el parqueadero donde la ha dejado su Celestina, camina por el centro de la ciudad a la cita clandestina con su amante, Helena parece que estuviera reviviendo esas calles todavía pobladas con las mismas acacias mimosas sembradas en épocas del presidente Santos para la celebración del IV Centenario de la ciudad de Bogotá, que en estas épocas ya se han derrumbado carcomidas por el tiempo y la falta de raíces. Las casas estilo californiano o estilo inglés o estilo cualquiera porque somos, hemos sido y seremos siempre colonialistas. Los barrios elegantes, el tejido socio-económico de los poderosos de otrora, puesto que ahora son otros los poderosos que están invadiendo esos mismos barrios, clubes y sitios de diversión.
De su garrote literario nadie se salva, ni los políticos colombianos de turno, ni siquiera la Curia Metropolitana, celosa salvaguardiana de un Concordato que ha mantenido a raya a la sociedad colombiana en contra de la disolución del indisoluble matrimonio católico durante toda la historia del país. Ni aún las instituciones políticas, no sólo de Colombia sino de la impoluta Confederación Helvética “en sus persecuciones a refugiados políticos, actos de inmoralidad administrativa e incorrección bancaria”.
Siempre hemos admirado al Yo de Helena, productivo, positivo, que nos ha traído tantas respuestas y tanto linimento a nuestras llagas antiguas que teníamos olvidadas y que al leer este libro con entusiasmo, volvimos a sacar del cajón de los recuerdos.
-----
Sobre Cuentos y crónicas de Sofía Ospina de Navarro
Lengua exquisita
¿Cómo es posible que nos estuviéramos perdiendo esta delicia de libro?, se preguntarán los lectores. ¿Cómo es posible que no hubiéramos probado semejante exquisitez?; y es que desde 1927, como una trufa oculta bajo el limo de un bosque, estos cuentos y estas crónicas aromáticos y sabrosos, han permanecido en silencio para un público más amplio. Lengua exquisita nos ofrece doña Sofía Ospina en este libro desde el primer bocado. Deleite al gusto y al oído en frases de tersura suave, aderezadas con el dulce del amor por la tierra y la acidez picante de la ironía, en un plato servido con sencillez y buen gusto, junto al vino generoso de la risa y el disfrute de la vida.
Hace ocho décadas, cuando Cuentos y crónicas se publicó por primera vez, corrían los años veinte, tiempos de cambio. En Antioquia se había duplicado el kilometraje de rieles, eran conocidos la aviación, el telégrafo inalámbrico, el tranvía eléctrico y la radio; y se volvían comunes el teléfono, los deportes, el cinematógrafo y los automóviles, que exigían pavimentar las calles. Medellín dejaba de ser un pueblo. Con los aparatos nuevos, aparecían otras modas: las mujeres subían los ruedos a las faldas, se cortaban el pelo y se pintaban los ojos. Ritmos como el jazz, el fox-trot, el charlestón, los cuplés y el tango, sustituían valses, bambucos, contradanzas, polcas y mazurcas.
Cada vez más mujeres se convertían en obreras textiles, empleadas de comercio y secretarias. Y aquellas que no tenían que ganarse la vida, atendían obras de caridad. Siguiendo el ejemplo de las norteamericanas, más liberadas, aprendido en el cine y la publicidad, se simplificaban las tareas domésticas, y educarse empezaba a ser una necesidad. Factores de cambio que ayudaban a sacar un poco a las antioqueñas del estrecho mundo del hogar, en especial a las medellinenses más expuestas y abiertas a las ideas nuevas.
Aun así, cuando este libro se publicó por primera vez, en 1927, ninguna mujer estaba matriculada en una universidad colombiana, tampoco las había bachilleres, ni funcionarias; la Constitución les negaba el derecho a votar y, a las casadas, el derecho a conservar los bienes heredados; era raro que condujeran carro[1]; estaban mal vistas las conversaciones con muchachos por la ventana, y podía ser motivo de vergüenza invitarlos a bailar. Numerosos deberes, escasos derechos. Bastantes limitaciones e inequidades como para que una mujer culta e inteligente, y en varios aspectos excepcional, pudiera quedarse tranquila gozando su posición privilegiada.
Había que ser valiente para enfrentar a aquellos que, ante la salida del primer numero de Letras y Encajes[2], en 1926, escribieron en la prensa local en contra de las mujeres que empezaban a hablar del voto, la educación y el libre uso y posesión de sus bienes: “…son aquellas a las que los hombres no determinan”, los mismos que advertían a las señoras de volver al “gobierno de su casa”. Y, es justamente ahí, en el gobierno de la casa, desde donde respondió esta mujer irreverente y descomplicada, desde donde comenzó a elaborar su estrategia revolucionaria.
Sin cuestionar la institución matrimonial y sin resentimientos hacia los hombres, cuya insensatez denunciaba tanto como la de las mujeres, identificó en la pareja un cruce de poderes: mientras ellos dominaban lo público, ellas atendían lo doméstico; cruce que se reflejaba en la pugna de dos mundos separados y recelosos. Ante lo cual, con su peculiar sentido común, ella propuso una nueva dialéctica basada en la confianza mutua como mecanismo para disolver las barreras que aislaban los sexos y mortificaban la vida familiar: la verdadera camaradería de quienes se complacen en la charla y en la asistencia al teatro, la ópera o el cine. Así, a la vez que ellas podían salir, ellos podían encontrar atractiva la casa, sin la innecesaria rigidez que el “reinado” de ellas les imponía.
Esta mujer ilustrada en saberes y sabores, que “escribía donde le cogía la gana”, creó una obra literaria en la que un dilema cotidiano (qué copas usar en una cena), un conflicto (rivalidades románticas, pérdidas económicas), o un acontecimiento social (bodas, bailes, misas, entierros), le servían de materia dramática. En su ejercicio literario y periodístico, desde una estética de lo sencillo y natural, y con mirada aguda, doña Sofía ironizaba sin crueldad, con el único propósito de desenmascarar artificios e imposturas, características tanto de la clase emergente como de la clase alta, a la que pertenecía, para instar a las mujeres a vivir sin innecesarias y rebuscadas tensiones, a zafarse de corsés impuestos por prejuicios degradantes, a buscar la autonomía, a no dejar en las manos de los hombres su derecho a decidir sobre su vida, a educarse y a educar a sus maridos. Y, por sobre todas las cosas, a valorarse.
Fernando González la llamó con justeza Sinfonía humana, probablemente porque sus voces, la natural y la literaria, reflejan la riqueza sonora de su prosa y de su risa. Y, tal vez, también, por la mirada estereoscópica que le permitió ver en detalle un presente arraigado en el pasado campesino y, al mismo tiempo, avizorar el futuro. Tuvo conciencia histórica de su misión y la cumplió a cabalidad; más aun, la lucidez le alcanzó para advertir algunos de los peligros que acecharían hoy a las mujeres: la anorexia y la doble jornada laboral.
Sí, a pesar del indudable y significativo avance, las mujeres aun no alcanzamos la plena ciudadanía, pero el magisterio dadivoso de doña Sofía, el espíritu de su estética liberadora, siguen vigentes para invitarnos a persistir con alegría y, sobre todo, para llamarnos a la escritura, esa que nos permitirá retomar su voz en la deliciosa narración que dejó iniciada.
* * *
Esta segunda edición conserva, en su secuencia original, la totalidad de los cuentos y crónicas de la primera, con el agregado final de la crónica “Las señoras quieren carro”, publicado posteriormente, por considerar que contribuye al panorama de la obra y de la época. Igualmente, se han hecho ligeros y escasos retoques a la sintaxis y se han actualizado la ortografía y la puntuación.
Paloma Pérez Sastre
Profesora de la Universidad de Antioquia
Voces de mujeres
La escritura antioqueña ha sido vigorosa y prolífica. De ello han dado cuenta varias antologías y estudios críticos publicados desde el siglo XIX hasta nuestros días. Sin embargo, esos trabajos, de gran importancia para la construcción de nuestra identidad, han dejado por fuera, tanto ayer como hoy, el legado de las escritoras antioqueñas, de manera que en los índices de todas estas publicaciones, figura una que otra en medio de sus colegas masculinos.
Convencidas de que eran más de las que estaban, nos dimos a la tarea de rastrear en periódicos, revistas y bibliotecas personales, así como en los talleres literarios de la ciudad, los nombres y las obras de quienes, conocidas y desconocidas las más, fueron formando un panorama bien diferente. La participación de las mujeres en los otros ámbitos de la vida ha propiciado también escritura.
Aparecen en el libro mujeres con una trayectoria literaria importante como Rocío Vélez de Piedrahita, María Helena Uribe de Estrada, quienes empezaron a publicar en la década de los sesenta; María Cristina Restrepo, Aura López y Beatriz Botero, en los ochenta y noventa. Otras autoras de reciente aparición o cuyas obras aún permanecen inéditas. Vale la pena resaltar que buena parte de las narradoras provienen de tertulias y talleres literarios de la ciudad, como el taller de escritores de la Biblioteca Pública Piloto, el grupo Letras de la Universidad EAFIT, y el de la Academia Yurupary, entre otros.
Estos cuentos hablan del amor, la sexualidad, la vida, la muerte, lo de siempre. Lo novedoso radica en la mirada, la inversión de los viejos valores, del cuerpo mismo de las mujeres como objeto siempre del deseo del otro. La ironía y el humor que continúa la tradición en la escritura de las mujeres en Antioquia. Conflictos contemporáneos, la ciudad desde sus límites interiores. En fin, un atrevimiento que tiene que ver con lo que se dice y cómo se lo dice. La mirada intimista, que siempre ha caracterizado la escritura femenina y que se ha esgrimido como argumento para restar valor, explora aquí nuevas resonancias, matices y también consecuencias. Desde una diversidad de voces y temáticas, no hay un cuento parecido a otro, aparece la singularidad de cada autora.
Este libro es testimonio de una época, es historia, es un legado y un foro para la crítica, una muestra de lo que escriben las mujeres que viven en Medellín.
Como la sombra o la música de Paloma Pérez Sastre
Entre lo cotidiano y lo imprevisto, transcurre la vida en la narrativa de Paloma Pérez. Personajes corrientes y situaciones que se resuelven de manera inesperada, como en la buena ficción donde lo expectante se impone, van y vienen de uno a otro cuento de esta colección. Los días dan vueltas entre las calles de Medellín o Barcelona o cualquier lugar, en casas rutinarias, en situaciones apremiantes o en experiencias que obligan a vivir en los límites o en los bordes. Ahí estaría, también, el sentido de la crónica: en ese tiempo fingido que apresa y condensa la realidad.
La enfermedad, el encierro, el cuerpo, la muerte, el amor, el silencio; en fin, la perplejidad y las rupturas, son asumidas por estos personajes que al narrarse a sí mismos o a los otros, hacen que el lector reconozca circunstancias posibles. Sorpresa e incertidumbre se imponen, mientras en lo más profundo hay, más allá de los acertados epígrafes, diálogos con autores y autoras fundamentales, y guiños entretejidos a la música, la ópera, el arte, la poesía, la ficción o la reflexión.
En este libro la escritura asume riesgos que, como la vida, están dispuestos a ir más allá de toda cárcel, a ser como el humo, la música o la sombra, que pasan por debajo de las puertas y se extienden.
Luz Mary Giraldo
[1] Lía Restrepo de Vélez, la mamá de la escritora Rocío Vélez de Piedrahita, fue la primera mujer en obtener la licencia en Medellín.
[2] Cuyo lema rezaba: “Letras y Encajes es la revista netamente femenina que se edita en el país, con el material más selecto, interesante y moral. En ella se encuentra desde la receta de cocina hasta la clase de educación familiar y el artículo ameno y literario”.
+++
Actualizó : NTC … / gra , nov. 3, 2008. 11:53 AM